Glory-hole

- Como dijiste? Glory-hole? -dijo, mientras jugaba con el dedo en la transpiración del vaso de cerveza.

- Sí, glory-hole, habías escuchado algo? - le dije.

- No, nunca. No tenía idea - el pelado giró la cabeza, miró al resto y preguntó. Che, ustedes sabían que existía esto? Desparramados en el sofá y las sillas, y concentrados en un River -Rosario Central de sabado por la noche, el resto no contestó.

- Ni idea tienen estos, que van a saber! - se resignó el pelado. El pelado y yo hablabamos mientras teníamos los codos, dos vasos con cerveza y un platito con maní, apoyados en el el techo o tapa de una especie de jaula negra de chapa. El extraño artefacto era un cubículo, o cajuela de metal, con tres lados de láminas de acero y el restante lado enrejado, con una puerta también de rejas. El inusual objeto tenía el ancho de una cama matrimonial, por un metro de largo y un poco mas alto que caulquier mesada de cocina. Tenía la forma de una pecera gigante. Esta caja extraña contaba con la particularidad de tener siete agujeros, de diez centímetros de diámetro aproximadamente, dos en la chapa del techo, uno en cada uno de los lados más cortos y tres en lado más extenso. Empezamos a encender las lámparas, no todas, intentando generar un clima cómplice, el televisor ayudaba a iluminar. Con la misma paciencia que usaba la noche para invadirnos, esperaba Cecilia. Vestida con el uniforme del Instituto de monjas que usó en su último año de alumna ejemplar, solamente modificado por un par de ligas blancas. Recostada sobre unos almohadones jugaba, casi tiernamente, con su pelo y no tan tiernamente, con su mente. El lugar se empezaba a poblar de varones y de bravuconadas. Escuchar ese clima de tipos alzados la excitaba. Justo cuando estaba llevando sus pequeños dedos a sus muslos arrugando la tela gris del uniforme entré sin golpear.

- Bombona, estas lista? - le dije.

Se incorporó y vino hacia mí, flotando. Me abrazó por el cuello y nos regalamos un profundo beso, eterno y tibio. Llevé mis manos a la piel de sus piernas y subí apenas rozando su piel, hasta su cuello y a su cara. Acomodé algún cabello rebelde de su flequillo. Noté su pulso acelerado en su pecho, sentí que hablamos en el idioma mas primitivo y elemental, solo nos miramos, nos entendimos todo.

- Está? vino? - me preguntó ansiosa, mientras me daba la espalda para que le abroche el collar y la correa.

- Confiá en mí, no querías que te viera? - le dije. Se acomodó las dos colitas y con una mueca de gusto bajó la mirada, me apretó la mano y se arrodilló al lado de la puerta. Agarré la correa y salimos. Callaron y fue la destinataria de todos los ojos lascivos que habitaban el lugar. Sin levantar la mirada, no quería saber a quienes iba a satisfacer, se pavoneó en cuatro patas entre los hombres y la llevé hasta la caja de metal. Dentro de la jaula tenía preparado dos recipientes, uno con vino tinto y otro con bombones. Hasta me había tomado el trabajo de escribirle "Ceci" en los bordes de ambas vasijas. Se lo merecía. Abrí la puerta de rejas, le quité la correa y entró. Los agujeros se fueron ocupando. Había siete, pero la cantidad de hombres era más del doble. Ordenaban el placer carnal. De los lados de la jaula y del techo crecian pijas como racimos. Todas para ella. Ceci, con sumo esmero las iba satisfaciendo una a una. Me excitaba mucho ver como se desvivía ese infernal cuadro de sexo. Se colgaba de las vergas como si fuera una zorra que alcanza las uvas. Las chupaba con fruición desmesurada. Cada tanto se daba un respiro y llevaba su agitados y febriles labios al recipiente de vino para sorber. O comía algún bombón. En su boca se empezaban a mezclar los sabores. Vino, chocolate y semen. Su prolija imagen se iba desdibujando. Comenzaba a demacrarse, sus labios eran una roja mueca grotesca. Su rostro empezaba a acumular restos de chocolate y de vino tinto. Los colgajos blancuzcos, pegajos y espesos fueron tiñiendo su cara, su ropa y su piel. Cecilia se fue quitando la ropa hasta quedar en bombacha y corpiño. Se las ingenió para cogerse a mas de uno, corrió su tanga, y separó sus labios para recibir, para completarse, para llenarse de un desconocido. Apretó sus nalgas contra la chapa haciendo fuerza con sus manos apoyadas en la reja. Su dermis se fue cubriendo de esperma, que se le secaban en el cuerpo dejandole una tela transparente, adherida, como otra piel. Mientras ella regalaba placer y se sometía a la perversión, seguíamos atentamente el partido de fútbol por televisión. Ellos, chop de cerveza en mano y apoyados comodamente en la cajuela. Iban rotando, el que eyaculaba salía. Cada tanto se escuchaba algún gemido o grito gutural, síntoma inequívoco del climax alcanzado.Pero más allá, separado del resto. Sólo. Había un hombre que no participaba. Ni hablaba. Solo se dedicaba a mirar a Cecilia y su espectáculo. Semitapado por muebles, gente y una cortina que se agitaba con la brisa. Sumergido en las sombras y en un tullido sillón, cruzado de piernas y levemente recostado se recortaba parte de su figura. Su hombre primero. Su hombre eterno. Su amor sin tiempo. Un amor posesivo, secreto y cómplice, ni más ni menos que otros amores. Él la observaba, sin hablar. Casi inmutable. Sus ojos se tornaron vidriosos y rojos. Su Ceci estaba en plena liturgia sexual. Sometida, despreciada y vejada en sus propios ojos. De alguna manera ella le gritaba en silencio, le enrostraba, le reclamaba, desde el amor incondicional y desde alguna venganza. Cuando ella reconoció su figura, no pudo dejar de mirarlo, desafiante y provocativa, mientras realizaba su dantesca tarea. En cada gesto, en cada mirada, había un tácito reclamo, un 'mirá lo que lograste, mirá lo que soy ahora, mirá lo puta que me hiciste'. El solitario hombre no logró reprimir su morbo y con la misma mano que tantas veces acarició la piel de Cecilia, hoy inundada de lúpulo varonil, acarició su sexo. Lentamente sacó su pija del pantalón y comenzó a masturbarse. Al cabo de unos instantes el hombre se paró, Cecilia lo perdió vista. El hecho de no verlo, la excitó más, porque podía estar del otro lado. La perversa caja era mas que un juego sexual. Quitaba identidad. Cambiaba la entidad de humano por la de cosa. Eliminaba la persona y era todo impersonal. Lo que estaba oculto mentía, negaba, aunque sea por un rato, y los volvía complices de la misma perversión. El solitario hombre se masturbaba cerca de la caja mientras escuchaba los ruidos y gemidos de Cecilia del otro lado y viendo las caras de satisfacción de los tipos que ella generaba. El clima era denso y turbio. No habia tiempo y no habia apuro. Metió un dedo por el agujero, se dejo lamer. Se dejó llevar, hasta su propia hoguera, se dejó guiar al pecado de los imperdonables. Envolvió su sexo con su propia carne hasta el mas visceral espasmo. Ensució su pantalón al eyacular. Vió sus dedos rociados de semen. Empecé a despedir invitados. Quedamos solos. La envolví en una salida de baño. Nos duchamos. Fuimos al dormitorio comiéndonos la boca, ella colgada de mi cuello y abrazada con las piernas a mi cintura. Cogimos hasta lo indecible. Quedamos tendidos. Exautos. Besé su hombro. Estaba recostada de lado. Entrelazamos nuestros dedos después los juntamos en su pecho. Mi pierna derecha se coló entre las de ella. Contemplé como se dormía, no me iba a perder ese milagro. La noche empezaba a abandonarnos con la misma paciencia que habia llegado.

Mas cerca del cielo que de la tierra

Rengo, te acordaste del tema comida? decía el mensaje de texto. Se había olvidado.

- Che Plumero, decime una cosa. -increpó el rengo. Tienen algo fresco allá? Acá hace un calor bárbaro abajo de estas chapas de mierda.
- Vino y cerveza, Rengo -contestó el hombre, mientras se acomodaba la camisa, aún transpirado. Te traigo.
- No, no puedo tomar, estoy con unas pichicatas.
- No se entonces. Ah, hay ensalada de fruta -dijo Plumero, casi con cara de asco.
- Ah, eso esta bien, traeme. Dale. Pará, vos sos el último?
- No, viene el Chimpa ahora.- Bueno, que me la traiga él.
- Acá adentro todo bien?
- Espectacular!! De primera, está un poco sucia ya. Pero bueno, quedé para lo último por culpa del boludo del Chimpa que perdió un envido facilísimo. Ahora viene él.

La carente geografía del conurbano se apoltronaba en la zona. Calles de tierra, terrenos baldíos, paredes tatuadas en alguna guerra electoral. Al fondo de un pastizal, cuatro paredes resistían sin dignidad el paso del tiempo. Adentro, el aire viciado de polvo era atravesado por espadas de luz que nacían en la cortina de plástico y morían en el piso, en la mesa y en la piel de Cecilia. El ritmo de cumbia se volvía zumbido, nítido y débil. A lo lejos un perro se quitaba las penas con un lánguido ladrido. Cerca otro se sacaba la mugre con una lánguida lengua. El calor era sofocante aunque estaba cayendo la tarde. Frente a Cecilia las ruinas de un baño, un inodoro indescriptible y en la pared los surcos por donde hubo una cañería. Detrás de ella una cocina y una mesada sin pileta acumulaban mugre y grasa casi prehistóricas, una canilla que salía de la pared no dejaba de gotear a pesar de estar atada con cordones. A un lado, la puerta de madera entreabierta de una habitación penumbrosa. En las paredes se juntaba humedad, cuadros de bicicleta, cubiertas de camión, sogas, herramientas, y monturas, todo tapizado de polvo y tierra. Un par de vivaces, y algo saltones ojos marrones luchaban contra un flequillo y buscaban la puerta de chapa. Cada vez que se abría, Cecilia, podía ver al Rengo, un personaje de baja estatura, macizo, tatuaje en el antebrazo, pelo prolijo y corto, lentes negros, celular en mano. Más allá, su propio Ford Ka, en el que la habían traido, entre el pasto. Cada tanto se escuchaba sonar el celular, la puerta se abría y Cecilia recibía visitas. El rengo hablaba poco, lo justo y necesario, los diálogos eran todos parecidos. Casi un monólogo. Llegó el Chimpa.

- Rengo...- se limitó a decir, a modo de saludo le extendió la mano. Plumero me dijo que te traiga esta ensalada.
- Está bien, dejala ahí. -dijo el rengo apuntando con un movimiento de cabeza un rudimentario estante de madera. Sabés como es el tema, no? - siguió. Tres cosas: uno, a la chica no la podes desatar, si no queres que te vea le ponés la venda. Dos, el pete puede ser sin globito, la cogida si o si es con forro. Tenes 20 minutos. Tres: No hagas giladas que yo pispeo todo desde acá. Cuatro: la plata. Chimpa puso la jarra de plástico con ensalada de fruta donde le indicó el Rengo, pagó, la puerta de chapa se abrió y pasó. Al instante se asomó y reclamó.

- Eh Rengo, no la podés limpiar un poco? Puse buena guita!!
- Chimpa, la puta que te parió no me rompas las pelotas. Cuando te volviste tan delicado? -contestó el Rengo. Cogetela así como está, hubieras ganado el envido y te la cogías antes, más limpita. Que querés? Sos el último, si no te va te devuelvo la guita y chau no hay drama, eh! Adentro hay un poco de estopa o algún trapo, pasale eso si querés que me quiero ir a la mierda.
- Se le puede hacer la cola? preguntó con ingenuidad.
- Chimpa, no seas pelotudo, entrá y fijate como la tiene. - contestó el Rengo sentado en el esqueleto de un cajón de gaseosa y sin levantar la vista de un palito que tallaba parsimoniosamente con una navaja.

Por lo general le quitaban la venda de los ojos. Amarrada con cinchas de caballo, sogas y un cinturón a una crujiente mesa de madera de patas serruchadas (una especie de mesa ratona pero mas alta), esperaba Cecilia. Las manos atadas a la altura de las muñecas, con los codos apoyados en la tablas. Las piernas separadas, sujetas a las patas. Bombachita, corpiño y un trapo de venda. Habían pasado de a uno, no recordaba si habían sido cinco o seis. No los miraba a la cara. Solo veía un desfile de asquerosas panzas sudorosas. Entre risotadas y puteadas, manos toscas y dedos con uñas engrasadas recorrieron su perlado cuerpo. Fué sometida al paroxismo de la humillación. La posición en la que estaba atada permitía que le tiraran de su pelo al penetrarla. Le dilataron la cola a fuerza de dedos y saliva. Se le quejaban irónicamente de que tenía puesta la bombachita y tenìan que corrérsela hasta que uno se la arrancó. Fué babeada sin piedad ni escrúpulos. Después del cogerla se quitaban el preservativo y vaciaban en su espalda su tibio liquido, en su cabeza, en su cara. Los dejaban en su espalda, como patética broma al que venía después. Su boca fue destino de fin de faena sexual. Cuando habían pasado tres entró el Rengo y con un trapo le quitó dos preservativos del cuerpo, y le puso una lata con agua al alcance de su cara. Cecilia metía su cara, para limpiarse restos de semen, saliva propia y ajena, y los mocos. Mientras, en la oscuridad, una mano masturbaba una pija que se ponía dura en el mas absoluto silencio.

Unas horas antes Cecilia había terminado de trabajar su medio turno en el estudio. Agarró su diminuta cartera Prüne, fue al baño a ponerse linda. Más aún, porque es una preciosidad, de estatura mediana, finas y firmes piernas, una cola que era el destino obligado de todos los ojos (y deseos) de cuanto hombre habitara su cercanía. Lolas acordes a su armónico cuerpo. Su rostro delicado, de facciones definidas, regalaba unos labios audaces y perfectos. Ella sabía lo que generaba, y llevaba portación de actitud. Ordenó un poco su castaño y lacio pelo, emprolijó su flequillo. Tenía puesto el conjunto de encaje Caro Cuore que le habían pedido, corpiño con aro. Controló que su camisa esté a su gusto, se sacó algunas pelusitas de su pollera tubo, miró sus tacos Ricky Sarkany, no eran sus preferidos pero pero eran un regalo de él. Estaban ok. Pasó por su escritorio, se calzó los lentes de sol a modo de vincha y salió. Caminó hasta su auto estacionado en una calle cortada, al abrir la puerta, cuando estaba por subir apareció el Rengo.


Al rato salió el Chimpa, cruzó unas palabras de rigor con el Rengo. Este entró y dejó la jarra con ensalada de fruta en el mármol de la mugrienta mesada. Se fué sin decir palabra. Por unos instantes quedó sola, agitada. Sin saber que seguía. La puerta de madera que estaba entreabierta crujió, una figura alta, de pelo castaño claro y actitud serena se aproximó.

- Hola bombona, como estas? y como estas! Deslizó a medida que la rodeaba examinándola. El cuadro que se servía a sus ojos era dantesco. El rostro que supo estar perfectamente maquillado horas antes era una triste turba de colores sin sentido. La boca morada de ser de ser penetrada. La cara apoyada de lado en sus propias manos, boqueaba una respiración densa, entre su propio cabello. Siguió observándola. Daba vueltas a su alrededor. Vió su cuerpo barnizado en semen, sudor y saliva. Gotas que caminaban pesadamente por la dermis bronceada de su su cintura hacia abajo, hacia su pecho. Algunas querían caer pero no se desprendían y colgaban formando gruesos hilos. Siguió escrutándola, casi pacientemente, se detuvo en cada rincón del cuerpo vejado. Su cola estaba roja de los chirlos, y su ano claramente abierto. Los labios vaginales separados ofrecián su más rosada piel descarnada. Tenía puestos los tacos que él le había regalado.

- Si no lo sabías, hoy te recibiste de puta. -le dijo. De puta profesional quiero decir, putona fuiste siempre, la pasión por la pija la tuviste siempre. La gente pagó para cojerte, eso es muy bueno.

Cecilia no contestaba, recuperaba su entrecortada respiración lentamente. Mientras le hablaba, agarró la jarra con ensalada de fruta y con mucha decicación comenzó a volcarla en su cuerpo, en la cola, en la cabeza, en su espalda, en su pelo.

- Ceci, me calentaste mal, sabes que me tuve que pajear? Sí, mientras te cogía el tercero acabé. Y después me seguí pajeando. Perdoname si no me lavé las manos, olés? - le dijo mientras le acercaba los dedos de la mano derecha a su nariz. Tomá comé un poquito mas - le susurró y apoyó su glande en la boca. Vamos putita, abrí esa bocaza.

Ella accedió, la pija se puso cada vez mas firme. La sujetó del pelo y le cojió la boca. - Muy bien perra. Bien putaza!!!

Sacó su pija de la boca, agarró la bombacha rota que estaba en el piso y se la fregó por la cara.

- Puta de mierda te rompieron la bombacha a pijazos. Mirá. Olé. Ahora me vas a dar el mejor polvo de mi vida! - le dijo mientras desataba sus manos.

Se puso detrás de ella, le escupió el ano y la montó.

Su pija entraba con una facilidad que le resultaba extraña.

- Como tenes esta cola putaza!!! Te la abrieron toda!! - le dijo.

Cecilia se incorporó y apoyó las palmas de sus manos en la mesa. Arqueaba su espalda, llena de fruta, leche de hombre y sudor. La mesa crujía. El pasó alternadamente de su ano a su vagina con la pija y con la lengua. Embistió ese cuerpo varias veces hasta que escuchó un quejido de Cecilia. Que movia la cabeza en círculos, y la cola hacia atrás. Parecía estar poseída. Ahora emitió una sonrisa y él sabía que era el preámbulo del orgasmo. Se aferró a su cadera, le separó las nalgas y la siguió penetrando firme. Sus testículos golpeaban el sexo de ella y ella ya estaba en antesala de su pequeña muerte, ida, sonriente, sus manos se aferraban al borde de la mesa.

- Acabame adentro. - Fue lo único que dijo en mucho tiempo.

El estaba en el bode de la eyaculación. Sacó el pene lleno de semen y se lo frotó por la cola. Iba a estallar. Penetró su cola y en el segundo bombeo liberó su liquida carga, espesa y blanca dentro de su ser. Mientras el cuerpo de Cecilia se tensaba, el semen salía de su ano y chorreaba por sus piernas.



- Porque el asiento esta tan adelante? - Preguntó él al subir al auto.
- Y...manejó el Rengo, es un caballero - dijo ella. No le gusta que maneje una chica.
- Ya volvió tu marido?
- No.
- Podemos ir a cenar mañana?
- Es nuestra última oportunidad, vuelve pasado.
- Dale, lo hacemos. No tendrás que acomodar cosas en tu casa, no? ironizó en una broma privada.
- Que tarado que sos.

El Ford Ka se perdía en algún lugar de la noche. Para ellos, mas cerca del cielo que de la tierra.

El Casamiento de Silvana

Me sentía raro, había algo que no me terminaba de cerrar. Por lo pronto me disponía a disfrutar lo mejor de la fiesta que hasta ese momento eran unos calentitos de jamón y queso y cerveza tirada que me traía una señora mayor. El dj era un conocido mío al cual hacía mucho que no veía, cambiamos unas palabras de rigor, el tipo siguió en lo suyo y yo en lo mío, que no sabía bien que era, a un costado de él, era una especie de ayudante de dj. Silvana venía cada tanto a ver como marchaba todo y se iba. En un momento el dj se me acerca y me dice:
- En un rato vuelvo hay bastante musica, cualquier cosa Silvana tiene mi celu.
Y se fué. Al rato volvieron a abastecerme comida y cerveza pero esta vez lo hizo una prima de Silvana, que supo ser una inocente nena, hacía siete u ocho años que no la veía y había pasado a ser una poderosa morocha, que rompía los ojos. La reconocí por un lunar en su mejilla y por sus vivaces ojos negros. Obviamente la última vez que la ví no tenía las tetas que exponía en su escote ahora. Vino un par de veces, eso me alentó. Mas preciosa que simpática y eso era mucho decir. En un momento llega Silvana y sutilmente la saca del medio.
- Fea tu actitud. - le dije.
- Ella va a tener su momento. Como estas? -me dijo.
- Bien, me refería a que me traigas a tu casamiento, cual es la onda? ver si salta el cd mientras vos te cagas de risa y disfrutas de la fiesta con Sergio?
- No bombon, sabes que te aprecio mucho, y creo entenderte...
- No parece. -la interrumpí. Mucha gracia no me causa estar acá. Que te hice?
- Nada malo, todo bueno.
- Y entonces?
- Entonces te elegí a vos.- Me dijo desde la puerta de la sala que hacía de cabina de dj. En un rato vuelvo. Y lo vas a entender.

Cumplió. Al rato volvió y empecé a entender. Estaba mas linda que nunca. Silvana era una amiga y vecina con la cual nos habiamos dado unos besos picantes en la adolescencia, pero que lamentablemente no pasaron de eso y me había dejado toda la leche acumulada, hasta el día de la fecha. Desde chicos fuimos cómplices y compinches. Tambien habia sido la fuente de inspiración de mi primera paja (y de muchisimas mas). Cuestión que vivía enfrente de mi casa. Ella es dos años mayor que yo, de pelo castaño, ojos marrones, labios carnosos y un cuerpo que siempre trató de salir de las escasas ropas que lo cubrían. Una cola reconocida y premiada mas allá de los límites del barrio. Un muy buen par de tetas hasta que se las operó y quedaron mejor.

- Sabes lo que pasa? No me banco que me tomen por pelotuda. - Me dijo mientras cerraba la puerta con llave y apoyaba el platito de bombitas de crema entre cajitas de cd.
- Y quién te toma por pelotuda? - le pregunté.
- En general... a la mina que se casa los hombres la toman por pelotuda. Ejemplo: los amigos dominados secaplatos de Sergio, y Sergio tambien me toma por boluda. Mirá, todos los casamientos tienen su previa despedida de soltero de rigor y sabemos perfectamente lo que pasa en ellas. Se arman altas festicholas, se cogen cuanta puta anda cerca y eso. Pero me parece bien, la historia de la humanidad esta llena de ritos y este será uno de ellos.
Yo escuchaba sin meter bocado que no sean monosilabos. Ella siguió:
- Resumiendo yo ya me la veía venir y como también tenía mi despedida esa misma noche, le dije: 'Sergio somos grandes y sabemos lo que son las despedidas de soltero, hagamos una cosa, desde las nueve de la noche del sábado hasta las nueve del domingo no nos hablamos. El domingo nos vemos pero no nos podemos preguntar nada de nuestras despedidas. Es un pacto, como si ese día nunca hubiese existido. Y el muy boludo me dice que no, que no iba a haber nada extraño y un montón de pavadas mas. El domingo siguiente al de la despedida nos encontramos con uno de sus amigos, que estaba con la pelotuda de su esposa, y le dice: Sergioooo, que buena carne comimos ayer, eh!! En evidente doble sentido para ellos, como si yo fuera a pensar que se refiere a un asadito!!! Sergio la dejó pasar pero yo la anoté. Eso es tratarme de pelotuda! Querer cargarme gratuitamente, y no me lo banco. Si yo sabía perfectamente que Pancho, otro amigo de él, amazó pizzas para todos, porque le encanta y se lo había prometido y Sergio me lo comentó despues de la despedida. Esas cosas me sacan. Y pensé 'Ah, son vivos? entonces yo voy a ser una hija de puta.- me dijo mientras seguía la fiesta desde la ventana vidriada.
Mi cabeza trataba de autoconvencerse de que lo que estaba imaginando no podia ser real.
- Yo te entiendo - le dije. Pero que culpa tengo? no me histeriquees justo a mi, sabés que siempre me volaste la cabeza. Desde que eramos pendejos y me cruzaba a hablar con vos.
- Si, ya se. - Lanzó abriendo una botellita de soda.
- Es mas - le dije- Para lo único que me cruzaba era para mirarte las tetas un rato. Y si ademas podía enlazar un par de palabras no me molestaba. Despues volvía a mi casa directo al baño!
- Que hijo de puta - esbozó mientras sonreía. Lo hacias?
- Creo que todas las veces. Es más, sabes que me hice la primera paja mirandote a vos?
- Nooo! como saberlo? Nunca me lo dijiste. Como fue que me miraste? - me preguntó, mientras se apoyaba en la mesa frente a mi.
- Bueno, sabelo entonces. Que se yo...tendría unos doce o trece años, estaba sentado en el escritorio de mi casa, viste que tiene una ventana delante que da a la calle? estaba solo, tenía que hacer algo para la escuela, no tenía ganas y justo veo que se abre la puerta de tu casa y salís vos con una mini de jean y una remerita ajustada ayudando a tu vieja con la maquina de cortar pasto. La levantaron para bajar la escalera, la llevaron hasta el pastito de la vereda y para apoyarla en el piso te pusiste de espaldas a mí y al bajarla se te levantó la pollerita hasta la cintura mas o menos, tenías una tanguita blanca. Me calentó tanto que me empecé a pajear ahi nomas, tu vieja se metió de nuevo a la casa y vos te quedaste haciendo cosas en la vereda y mientras me pajeaba vos te movias de un lado a otro, ofreciéndome sin querer tus piernas, tu tetas. Fue una paja frenética, me acuerdo de todo!
- Que hijo de puta!
- Fue inolvidable.
- O sea que te desvirgué de pajas!! - me dijo entre sonrisas.
- Exacto. Me cogiste muchas veces!!
- Pero nunca como hoy. - me fusiló cuando se paraba detras mío y me acariciaba dulcemente la cabeza.
- Que perra preciosa! Lindo momento elegiste!
- Las mujeres podemos ser mucho mas hijas de puta que ustedes, sabelo, porque somos frías, especuladoras, actuamos y ustedes, por lo general compran. En cinco minutos voy a tener tu pija en mi boca y en veinte voy a estar besando a Sergio y diciéndole que me hace muy feliz.
- No lo dudo! - le dije mientras llevaba su mano al interior de mi jean.
- Mejor para vos. - me dijo. Mientras acariciaba la piel de mi sexo, después de un intenso choque de bocas.
Se puso delante mío, se levantó el vestido. Tenía las ligas, medias que cubrían todo el muslo, y una tanga transparente que separó de su piel metiendo su mano hasta sus labios, todo en un blanco purísimo. Me recosté en la silla mientras ella sonreía. De ahí en adelante se mantuvo casi sin hablar, en una complicidad amena. Llegó hasta los botones de mi jean, los desabrochó con destreza con una sola mano mientras me apoyaba la palma de la otra en mi cara. Se la lamí. Ella a mí, de manera increible, con soltura y desfachatez. Se me puso bien dura. Se daba golpecitos en la nariz y sonreía en silencio. Agarró una bombita del plato que habia traído, le sacó la crema y la puso sobre mi glande. Lo que le sobró en el dedo lo desparramó en el cuerpo de mi pene justo sobre una vena. Se lamió el dedo mirándome y luego pasó a mi pija. Su saliva se mezclaba con la crema y hacían un jugo viscoso y blancuzco. Quedaban hilitos entre sus labios y mi piel. Se incorporó corrió todo lo que había en la mesa debajo de la ventana que daba a la fiesta y se sentó en ella, se levantó el vestido y apoyando sus tacos blancos en el borde de la mesa me ofreció su perfumado sexo. Sin dudar llevé mi lengua hacia ella, la escarbé y la besé. Mordí sus labios con los míos en una humedad ya perceptible. No dejó de acariciar mi pelo con sus manos, desde ahí abajo la miré, apoyó delicadamente un pié izquierdo en mi hombro derecho y me corrió hacia atrás, sin abandonar una mueca irónica. Se bajó, se arrodilló y me la chupó un instante más. Luego me dió la espalda, los muslos de las piernas tocaban el filo de la mesa, volvió a subirse el vestido y se inclinó hasta que sus tetas tocaron el grueso mantel bordó. En esa posición se corrió la diminuta tanga mirándome, y metió su dedo anular entre sus labios vaginales. Yo estaba masajeandomelo en la silla contemplando la escena de mis sueños. Llegué hasta ella, le dí unos dulces golpecitos en las nalgas con mi pija. Separó sus labios y se la puse. Con sus manos siguió abriendo su sexo. Me agarré de su firme cadera y recorrí su interior. Todas las pajas de mi adolescencia se agolpaban en mi mente. Ella levantó un pié y lo puso sobre una silla, facilitando el ingreso de mi carne en la suya. Su cara estaba casi contra el vidrio de la ventana. Las luces azules y rojas se reflejaban en el perfil de su cara y le daban un brillo especial a sus ojos. Empezó a sonar musica fiestera, Autenticos Decadentes. Yo no me podía separar de ella, no me importaba absolutamente nada. Abajo empezaban a revolear al novio por los aires y, obviamente, despues seguía ella. No podía creer la situación que estaba viviendo.
- Silvana te van a buscar. - le dije mientras le chirlos en la cola.
- Dame! Dame! - me repetía casi como una orden.
- Boluda te toca a vos.
- Dale acabame toda y voy. En el vestido, dale! - me dijo detonando mi cerebro.
Le saqué la pija y se la apoyé entre las nalgas, la apreté y bombeé un par de veces rozando su piel y su tanga. Cuando iba a acabar hice presión con mi pulgar en la base de mi pene para que quede mas erguido. El primer latigazo de semen le atraveso la tanga, el segundo fue mas lejos y llegó a su arrugado vestido. Ella miraba todo sin abandonar el sarcasmo en su gesto. Se incorporó y se agacho delante mio, recorrió mi pija que todavía emanaba semen con su lengua, me siguió con esos ojazos. Me preguntó si tenía alguna mancha de semen en la cara, le indiqué donde, se limpió con un dedo y se lo chupó.
- Hoy empezamos. -me dijo.
Agarró el cotillón de una caja que estaba debajo de una mesa, se puso una vincha que tenía unas plumas de típico indio Piel Roja que se ve en las películas, cambió sus tacos por zapatillas deportivas y bajo las escaleras a los saltos. Fue directo a buscar a Sergio. Afortunadamente, ella cumplia sus promesas.

Viernes

El viernes se presentaba tranquilo, con mi jefe medio que lo planeábamos así, tratábamos de evitar los quilombos. Por lo general estaba mucho tiempo solo en su oficina o salía. Es el gerente de una compañía muy importante, multinacional, reporta directamente a los directores y accionionistas. La oficina de el era todo el piso del edificio y yo tenía mi escritorio a la salida de los ascensores, previo a la entrada de su oficina. Este día de la semana aprovechaba para leer algunos relatos hot que me calientan mucho y, particularmente, me calienta más leerlos en el trabajo. Dejo volar mi cabeza y como estoy absolutamente sola a veces llego a tocarme. Y fantasear con los que eventualmente pasan con la excusa del trabajo pero que en realidad lo hacen para tirarme los perros. Cierto aspecto de alguno me calienta, debo confesarlo, pero no viene al caso. A las cuatro pasa el de Oca a retirar la correspondencia y después no mucho más, salvo algún paracaidista. Los viernes como son más tranquilos, podemos ir de casual y con ropa más cómoda. Para mi cómoda no quiere decir menos sexy. Cuestión que ese día me estaba calentando tanto con un relato, que me fui al baño, me saqué la tanguita diminuta, la guardé en la cartera para seguir leyendo y tocarme mas cómoda. En ese estado hablé un rato largo con un compañero que me quiere comer y me reía por dentro pensando que él no sabía que no tenía bombachita. En fin. Se fue, caliente. Y yo seguí en lo mío. Cinco y cuarto mas o menos, veo que llega el ascensor, puteo un poco pensando que otra vez me interrumpían. Era mi jefe que pasa rapidísimo para su oficina. Me llama y me dice: "Princesa cambio de planes, están llegando tus amigos". Le decía "mis amigos" a los capos de una gran empresa, potencial cliente con el cual tenía que cerrar un convenio, porque cada vez que venían le hablaban de lo buena que yo estaba. Me daba cuenta porque me cogían con la mirada. Pero siempre se dirigían a mí con mucho respeto. Entraron los tres, un brasilero que era el director de la empresa para latinoamérica y dos argentinos, directores locales. Me saludaron correctamente y se encerraron en la oficina de mi jefe. Era un bajón porque cada vez que empezaba una reunión tarde yo me tenía que quedar hasta que termine por si necesitaban algo. Y ese día lo necesitaron.
Paso un rato, mi jefe me pide agua, un té y un cortado para los potenciales clientes. Entro y cuando me inclino hacia adelante para servirle el té a uno de ellos veo que el brasilero estaba clavándome la mirada en el escote. No era raro, y no es por vanidosa pero había encontrado a varios hurgando ahí con su mirada. Cuando le sirvo el café al brasilero muy sutilmente deja la mano en el apoyabrazo del sillón y me toca con sus dedos la parte exterior de mis muslos, los roza, como una caricia al tiempo que me mira fijo a los ojos con una sonrisa burlona, como diciendo: te quedas putita eh, no decís nada. Salí de la oficina acalorada, y dejé pasar una hora más o menos, y seguí muy entretenida leyendo mis cosas. Debo confesar que me había perturbado esa situación, y entre mis caricias y la lectura se me paso rápido, me había maquillado e iba a agarrar la cartera para ponerme la bombachita antes de irme cuando me llamo mi jefe por teléfono:

- Princesa esto ya esta casi cocinado, pero vos pasas a ser fundamental para que firmen. -me dice en tono confidencial.
- Y yo que tengo que ver? - dije inocente.
- Mucho. Vos sabes lo que significa que firmen, verdad? Superamos el objetivo más alto que nos pusieron, eso quiere decir bonus doble o sea mucha plata.
- El bonus no será para mí lo cobrará usted y los gerentes, por mi categoria de secretaria y como todavía no tengo la antiguedad necesaria según políticas de RRHH estoy afuera de eso, usted lo sabe.
- Salgo un segundo y lo hablamos. -me dijo, lo note mas tenso.

Se acerco a mí, yo estaba parada acomodando unas carpetas.

- Mirá esto es simple y no seria conveniente que lo vengas a complicar justo vos. No se si entendés que acá hay en juego mucha platita, pero mucha eh, y si te portas bien algo te va a tocar. - me dijo.
- Esta bien, pero porque soy fundamental? - dije.
- Sos fundamental porque el director de latinoamerica, el brasilero, me dijo mitad enserio y mitad en chiste que si yo soy capaz de convencerte de que entres sin corpiño a la oficina, le estaría demostrando que soy capaz de hacer casi cualquier cosa para que pasen a integrar nuestra cartera de clientes. Y eso al tipo le gusta. - me dijo a medida que se acercaba a mi.
- Eso le pidió? es un irrespetuoso! Que le pida otra cosa, yo no lo voy a ha.....
- Princesita, bombona, a ver, no me entendiste, yo no te estoy dando la opción de elegir si lo haces o no. - Me interrumpió. Yo te estoy diciendo lo que vas a hacer, que es distinto.
- No me pida eso, por favor.
- No te lo pido, te lo ordeno, así que ahora te sacas el corpiñito, entras, vas hasta mi escritorio, y me esperas ahí.
- No por favor. - le imploré.
- La concha de tu madre pendeja, hacé lo que te digo. Vos hace poco me dijiste que este trabajo te servia mucho porque con el recibo accedías al crédito ese con tu marido, no? Bueno, no lo pierdas bombona, porque sino haces lo que te digo el lunes ni vengas porque te echo a la mierda. Me entendes? - me dijo casi sin abrir la boca, apretándome un brazo y a cinco centímetros de mi cara.
- Suélteme. - le dije a punto del llorar, aunque por dentro dentro la contradicción del morbo me excitaba.
Quise agarrar la cartera para ir al baño a ponerme la bombacha, pero él lo impidió agarrando la cartera.
- Para saarte el corpiño no necesitas la cartera, dale. - me ordeno.
Entonces me di vuelta, desabroché el corpiño y me lo quité por debajo de la camisa.
- Muy bien, no te va a pasar nada, es una pavada, y te vas a hacer unos pesitos. - me dijo.
No le dije nada.
- Dale entrá. - me dijo, y me pegó una chirlo en la cola, ahí entendí que no iba a terminar solamente en caminar mostrando que me había sacado el corpiño. Abrí la puerta casi temblando, la mitad por miedo y la mitad por excitación.
La oficina de mi jefe era muy grande. Tenía su escritorio al final, cerca de la ventana y adelante una mesa de roble oval para reuniones para doce personas. Dije: Permiso, perdón y caminé al lado de ellos, que se esforzaron por no mirarme. Llegué al escritorio de mi jefe, hice que buscaba algo, para darle tiempo a que entre. Oí la puerta, caminó hacia su escritorio y casi muy relajadamente dijo:
- Princesa, por favor retirá de la mesa las tacitas de café y la bandeja. Gracias.
Fuí hasta la mesa, empecé a juntar las cosas, cuando uno se paró y quiso alcanzarme una taza que había quedado casi en el centro de la mesa, sentí que me apoyaba su pija en la cadera, y la mano en mi cintura. Del otro lado (no recuerdo quien era) alguien me acariciaba la pierna con la mano y me levantaba la pollera. El clima era denso. Había risas reprimidas y chistes por lo bajo. Podía oler el deseo de esos tres tipos en celo. Temblando lleve la bandejita a una mesa que hay al costado.
- Vení princesa, por favor. - dijo mi jefe.
Me acerqué hasta el escritorio, él sacó la Mont Blanc negra con la que firma papeles importantes del primer cajón, y apuntándome con ella me dijo.
- Vas muy bien, ahora te vas a poner esto en la boca, vas a ir por arriba de la mesa en cuatro patas y le vas a dejar la lapicera sobre esos papeles, muy delicadamente.
- No...-atine a decir.
- Si, lo vas a hacer por las buenas porque la otra posibilidad que te queda es que te garchemos entre todos, encima te quedes sin laburo, sin plata y con el culo roto. - me dijo irónicamente dulce y casi sin mirarme, como prestando atención a los otros tres. Ante esta situación te conviene disfrutarlo.- culminó.
Se me llenaron los ojos de lágrimas del miedo, a la vez que mi vagina se empezaba a lubricar de la excitación. Me puse la lapicera en la boca, caminé así hasta la punta de la mesa más cercana a su escritorio. No serían mas de tres o cuatro metros pero en ese breve trayecto, un aquelarre de imágenes se me agolpaban en mi mente, mi novio, mi familia, la pija de mi novio, como serian las de estos tipos? como me acabaran? me van a maltratar? hasta que limite? Se me soltó una lágrima contradictoria, nadie se percató. Miré a mi jefe y él asintió con un leve movimiento de cabeza, me subí a la mesa e inmediatamente el vió que no llevaba ropa interior. Los tres me cogieron con la mirada, fuí gateando por el borde hasta la otra punta donde estaban ellos, sin mirarlos. Apoyé la pluma, sobre esas hojas, quedó marcada con labial. Seguí gateando por delante de ellos que sonreían en una situación casi dantesca. Me decían de todo. Me acariciaban las tetas, las piernas, un manojo de manos rozaba toscamente mi cuerpo. Seguí gateando, les di la espalda, entre otras cosas vieron que no llevaba bombacha, mi concha absolutamente depilada destilaba miel. Llegué hasta la otra punta de la mesa y volví por el centro me acosté boca abajo con los codos apoyados en la mesa y miré como firmaban todo. El que firmó primero metió su mano en el pantalón y empezó a pajearse sin el menor escrúpulo, los otros siguieron firmando y se iban soltando el cinturón. Mi jefe esperó a que terminaran de firmar, se acercó a mi, me puso su corbata a modo de correa y me dijo: "Se una buena perrita, vamos con los señores!" Yo empezaba a acalorarme, sin saberlo al someterme así me generaba oscuro placer. Y me llevó hasta ellos, ofreciéndome. Ya estaban más que excitados, tenía una oferta de pijas delante de mis narices. Alguna gruesa, alguna curva, con venas marcadas en el tronco. Esbeltas. Imperfectas. Todas con glandes distintos. Firmes. Elegí una y empecé a masturbarlo mirando como mi jefe se sonreía y me alentaba con un paternal: "Muy bieeeenn", después fuí pasando a las otras entre risotadas e invasión de manos en mi ser, que me pellizcaban los pezones y me apretaban las tetas. En ese momento mi jefe destapó un whisky escocés y dijo: "Amigos, brindemos por este maravilloso acuerdo comercial", sirvió cuatro medidas, y juntaron los vasos. Uno de ellos dijo: "No seamos egoistas, convidemos a esta linda perrita" metió un dedo en su vaso y se lo pasó por su glande, que ya estaba brillante de excitación. Pase mi lengua por ahí no deje caer ninguna gota, sonrieron. Sin darme cuenta tenia a uno de ellos metiendo sus dedos entre mis labios vaginales. Al notarme mojada me dijo: "Que linda putita! Se subió a la mesa, me puso en cuatro y me penetró sin miramientos, dándome chirlos en la cola, mientras con la otra mano tiraba de la corbata que tenía puesta. Era mi jefe. Después todo fué saliva y sometimiento sexual. Me empezaron a tirar whisky, en mis tetas, en mi cola, en mi vagina. Me babeaban la espalda. Le hice sexo oral a uno mientras pajeaba a otro y un tercero me penetraba, con su dedo en mi cola. Uno de ellos me abrió la camisa, se apartó, y empezó a pajearse mientras miraba como me cogían. Bebía y se pajeaba. Comenzaron a acabarme toda, había semen en mi cara, en la ropa y en la mesa. Y mi jefe me obligaba a tomarme el viscoso líquido que quedaba salpicado en el roble recogiéndolo con la lengua. El director para latinoamerica fue el último en cogerme. Hizo que apoye las rodillas en el borde de la mesa, con los pies en el aire, colgando, abrió mis piernas y me lamió la cola de una manera increíble y paciente, sentado muy comodamente en la silla, introdujo una y mil veces su lengua en mi cuerpo mientras me masturbaba con sus dedos. Delante mío veía como el que se había apartado se seguía pajeando. Después de su lengua, metió un dedo en mi cola, pegué un saltito y blanquee los ojos. El tipo al que se la estaba chupando iba a acabar, me tiró la cabeza hacia atrás agarrándome del pelo y puso el vaso de whisky casi vacío debajo de mi cara. Me roció de semen, que cruzó mi cara, algunas gotas cayeron en el vaso y el resto lo fué juntando pasando el borde del vidrio por mi mejilla y nariz. A esa altura ya tenía la cabeza de la pija del director en mi cola, mientras me separaba las nalgas para abrirlo mas y me embistió con firmeza. El que se estaba pajeando pidió el vaso con resto de whisky y leche y repitió el método. Cuando el director quitó su pija de mi cola, me hicieron tomar lo que habían juntado en el vaso, esa mezcla de whisky y resto de hombre. El semen tardaba en bajar del vidrio por su espesura y era de distintos tonos de blanco. Concluí mi tarea asignada como una eficiente secretaria. Ellos ignoraban que me estaban llevando a un lugar esperado. El director me hizo bajar de la mesa, me hizo parar con mis muslos apoyados en el borde, me recostó boca abajo apoyé los codos me hizo separar las piernas, se paró detrás mío y se preparó para cogerme de nuevo, se limpió la pija con whisky, me separó los mojados labios vaginales y me penetró ferreamente agarrado a mi cintura, sentí la piel de sus piernas apretando las mías contra la mesa. Mi pezón derecho se frotaba contra la madera justo sobre un chaquito de semen por donde antes había pasado mi lengua. Sentí un roce en mi clítoris que nunca había experimentado y empecé a sollozar. Me siguió cogiendo mientras sollozaba. La sacó y su pija escupió su denso y tibio jugo de hombre sobre mis nalgas. Yo sabía porque lloraba, ellos creían saberlo, pero estaban equivocados.
Se había hecho tarde y P estaba maldiciendo cielo y tierra. El cielo se veía poco desde la oficina pero en la muestra gratis que nos tocaba aparecía un poco nublado.
- Dale, largá todo, mirá la hora que es, el lunes será otro día, yo ya me voy. Te alcanzo?
- Bueno dale, me voy con vos, vas para tu casa? -me dijo.
- Ah, que si fácil tenías, ya me había olvidado.-Ironicé.
- Que boludo...- dejo escapar. De verdad te habias olvidado? -me preguntó.
- No bombona, te jodía, de lo bueno no te olvidás nunca y eso fue excelente. -le dije.
- Ah, - tiró.

Caminamos hasta el auto. El calor era insoportable, el microcentro era un gran microondas, el calor llegaba de arriba, del piso y de las paredes por los equipos de aire acondicionado. Humedad a pleno, de esos días que cuando cruzás la calle sentís que te hundís en un lodo pegajoso.

- La solución sería que llueva -me dijo. A mis plantitas le vendría bien tienen que recuperarse.
- A mi también me vendría bien -le dije. Tendríamos que revivir esas epocas, vos estas mas fuerte ahora que antes.
- Mirá si te pudiera decir lo mismo, lo revivíamos hoy. - me dijo.
- Que hija de puta linda que sos.-dije sonriendo. Igual no te hagas ilusiones que hoy no puedo.
- Era una joda, tengo cositas para hacer.- comentó. Para donde estas yendo?
- Yo tambien tengo mis cositas, no voy para mi casa hoy.
- Te vas a tramposear por ahí hijo de puta, tenés el bolso con la ropa de fútbol en el asiento de atrás.
- Que perceptiva que estas!!! Queres venir? Me toca a mí conseguir la chica.
- Que pelotudo, me ofendes, dejame acá. -teatralizó ofenderse, enojarse y querer bajar del auto.
- No te jodo..., solo por hoy..., hacés buena guita, cumplís esa fantasía que tenés..., chicos lindos, jóvenes, buena onda, ambiente relajado.
- Sabes que llegaste un tanto tarde con lo de la fantasía, no?
- Hija de puta no perdes el tiempo, eh.
- No, estaba pensando en esperarte a vos.- me dijo.
- Bue...no tenes onda, hasta donde vas? Dale que no llego.
- No me apures, que estoy complicada con la plata! - me dijo a las carcajadas.

Frené el auto, el tema empezaba a ponerse serio. Se estaba nublando completamente, pero el calor no cesaba. P era una preciosura de pelo castaño, con una cola que parecía esculpida en marmol, siempre bronceada, y con una tetas perfectas por forma y tamaño, de las que entran en la palma de una mano y no sobran. Guarra con la gente que tenía confianza, en el más amplio sentido de la palabra guarra, pero sin hacer apología de eso. Para el que no la conocía, o mejor dicho con quién ella quería, se mostraba inalcanzable y podía pasar por agria. Desprejuiciada. Siempre con una risa a cuestas y contestataria empedernida. Jugar con ella era jugar con fuego, literalmente. Hacía mucho tiempo que nos conocíamos del laburo, en una época habíamos tenido sexo, antes de su actual pareja, lo mantuvimos un tiempo y después por cosas de la vida se fue haciendo cada vez mas esporádico, hacía mucho que no salíamos, pero quedó siempre la química en las charlas y en la piel.

- Tiene que llover- dije. Dale, te copás? somos tres, vos no conoces a ninguno... a alguno por foto quizás, podrías ser perfectamente la chica que tuve que conseguir. Si te lo propongo es porque se no va a haber bardo y somos todos tranqui no queremos quilombo.
- Si se levanta un poco de viento llueve. Y como son?- me dijo.
- Que se yo! normales, con Diego cursamos el C.B.C hace mil años y quedamos amigos y German de la vida, desde que eramos chicos. Si queres te hago un perfil psicofisico de cada uno y en seis o siete horas los tenés a todos con lujo de detalle.
- Dale boludo...-se sonrió. La idea me calienta, hoy iba a que salir con unas minas del gimnasio pero va a ser un embole mal.
- Si te preocupa lo estético, quedate tranquila Germán es un hincha pelota del gimnasio y Diego juega al rugby. Creo que el mas arruinado soy yo y mirá lo que soy! un bombón...no tengo desperdicio.-le comenté sonriendo.
- Quién sea que te miente te hace daño, lo sabes.- me dijo. Además, no es por lo estético, es para ir haciendome la idea, me calienta mas saber que me voy a coger a dos tipos que no sé como son. Sólo por plata.
- Y por que te gusta.- le dije. Dale, vení con nosotros que te vamos a cuidar y la vas a pasar bien. Mirá vamos temprano, ves a los chicos, el clima que se genera, si no te gusta algo te vas, y yo voy a buscar una chica, no hay problema. Si te gusta la onda que hay, me pedís un vaso de agua fría, con eso yo ya se que te quedás y vamos encaminando el tema. Te parece?
- ...bueno, dale.
- Vamos. - Esperá a ver que ropa traje? -me dijo, mientras revisaba el bolso. Hacé una cosa, andá hasta el kiosco ése y comprate un par Coronas.
- Voy.

Nacían las primeras luces de la ciudad. Cuando volví se había cambiado de ropa en el auto tenía una mini de jean azul, una remerita sin mangas blanca muy generosa de escote, una vincha también blanca tipo sixtie, y unas zandalias de yute altas.

- Hija de puta, me vas a matar.
- Si papito, de eso no hay dudas- dijo con una sonrisa mientras se pintaba los labios. Me sale bien el vocabulario?
- Sacale el papito y sos la mujer ideal. Mirá que no ibamos a llevar un traba de Camino Negro, sino un alto gato, una chica fina.
- Si, lo sé, lo de la mujer ideal.-me aclaro.

Puse en marcha el auto.

- Donde es?
- En Belgrano en el depto de German.
- Despues me llevas a mi casa.
- No bebé, te damos la plata para el taxi.
- No me digas bebé que no soy un traba de Camino Negro, y no seas grasa, despues llevame a mi casa.
- Siempre ganas? Bueno te llevo dale.
- Me los bancaré a los tres?
- No es cuestión de bancanrnos, la tenés que pasar bien, si no te gusta algo me decís y listo. Antes de comer vamos a hacer una vueltita, seguro, yo te voy a avanzar un poquito y despues se van a ir enganchando los demas.

Llegamos. Estacionamos, se estaba levantando una leve brisa. El departamento era amplio con algunos cuadros a la luz de unas dicroicas en una leve oscuridad, solo iluminado lo necesario. Mantas prolijamente desacomodadas sobre sillones. Completaba la escena Miles Davis de fondo casi imperceptible. Germán hacía zapping con la tele sin volumen, recostado en un sofá. Diego ojeaba una revista en el minibar. Hubo una simple presentación formal, sin muchas preguntas. German se incorporó, acerco unos nachos, palta y tomatitos cherrys con oliva y sal y unos porrones helados.

- Sentate, ponete comoda.- le dijo a P.
- Gracias, antes que nada muero por vaso de agua fria.
- No te mueras por favor, ya te lo traigo. -dijo German.

Me relajé, me sonreí. P fue al baño. Comimos, salieron temas absolutamente triviales y de los otros, sin apuro llegamos a las frutas, fuimos tomando algo, le ofrecí algo del bar a P, ella se acercó, pidió un espumante. Una cortina delataba que el viento era cada vez mas fuerte. Empezó a juguetear con sus dedos en la bebida y a llevarlos a mi boca. Acepté, empezamos a hacernos mimos tiernos primero, casi de novios. Fui acariciando sus muslos bronceados hasta llegar a su lencería. Solo nos separaba la ropa, nuestras lenguas bailaban entrelazadas. La de Diego recorría su cuello abriéndose paso a través de su cabello. Empece a rozar su casi imperceptible terciopelo púbico, metiendo una mano entre su cintura y la pollerita, despues bajó por mi pecho desabrochando mi camisa, se sumó Germán empezamos a rodearla. Llegó a mi sexo lo besó, lo acarició, me hizo pucherito con sus labios. Lo lamió con fruición. Empezó a masturbar a Diego que estaba apoyado en un taburete al lado mío, mientras me miraba. Se pasó a él. Se la pasó por los labios, la olió despacio, la disfrutó. Se arrodilló en la alfombra frente a nosotros. Germán se tocaba en silencio, más distante, ella lo percibió. Fué hasta él gateando y le dió un beso interminable, al tiempo que le agarraba el pene con autoridad y a la vez con dulzura. Nos fuimos desvistiendo. Volvió hacia los taburetes donde estabamos Diego y yo, quedó entre nosotros. Ahora lo besó a Diego y mientras apoyaba la cola en mi sexo y lo pavoneaba. Le acaricié la cintura. Fui bajando, le levanté la pollerita y una tanga preciosa que no cubría su piel me dió la bienvenida, apoyé mi mano en su cola y la llevé hacia su vagina, moví circularmente mis dedos apoyados en sus labios, ella seguía masturbando y chupándosela alternadamente a Diego y a German. Le lamí las piernas y los cachetes de su cola, separé sus labios y vi la parte mas rosada y la húmeda de su cuerpo. Interné mi lengua ahi, creyendo que iba a ser para siempre. Veía como su espalda se arqueaba. El resto fue un cúmulo de sexo. Un par de manos transformó su vincha en una venda para los ojos. P no se negó, sonrió complice. A partir de ahí un racimo de manos la desvistió. Lenguas bañaron su piel. Apoyó una rodilla en un taburete y me metí en su cuerpo, corriéndole la diminuta tanga. Después quedó arrodillada en el piso, recibió nuestras ofrendas. La rociamos en aceite, vino y frutas, seguía sin ver, dando y recibiendo placer. Me robó una rebanada de melón, lo lamió, se lo llevo a su vulva, jugo con sus jugos, y lo volvió a lamer. Nos detuvimos aplicadamente en cada parte de su cuerpo. Nunca nego sus labios, nunca negó sus manos, ni su sexo, ni su cola. Sabía que cuando se llevara sus manos al cuello iba a estar cerca. Fuí debajo suyo, apreté fuerte su cintura, una pija a punto de estallar le dió unos golpecitos en su cola, una mano sometió su cabellos. En su cintura brilló un hilo de semen, lo juntó con los dedos y se lo llevo a la boca. Quedó quieta, detuvo sus movimientos, movió sus brazos como frenando algo, tuvo unos espasmos y su espalda dibujó un arco. Fueron unos segundos. Volvió, chupó la pija que tenía más a mano. Me incorporé, me masturbó, me la chupó a mi también. Dijo: Quiero, quiero, quiero. Y lo tuvo. Su boca abierta, su lengua afuera esperaban. Hubo dos refusilos que se reflejaron en su cara. Llegó una lluvia esas de gotas gruesas, densa y caliente. Y su cara fue una sonrisa de puta fresca. El resto fue comer, beber, volver a jugar y reincidir. La alcancé hasta su casa, nos despedimos con un beso de lo mas húmedo e intenso. No sabemos si sus plantitas se habrán recuperado.
Eterno agradecimiento a La Princesa Culona que corporizó esta historia y desde su lugar alimenta desde ratones hasta Tyrannosaurus Rex.